domingo, 16 de febrero de 2014

EL RÍMENSE

A mi abuelo


Hace 75 años consiguió su primer empleo. Hace 62 se casó y nació su primer hijo. Hace 38 trabajó  para la Cervecería Backus. Hace 20 lo operaron por primera vez del corazón y hace 13 que se jubiló. Samuel tiene 83 años y una vida llena de registros. Debió ser contador -de profesión o de historias- pero solo es un hombre con 14 hijos, 38 nietos y 35 bisnietos. Mucha experiencia reflejada en números.

Él ha memorizado estrictamente el nombre de cada miembro de su compleja familia. Recuerda el día de sus cumpleaños y el rostro de ellos. Hace grandes esfuerzos por no confundirse. La sordera que lo aqueja no es impedimento para escuchar atentamente los saludos, reclamos y palabras de aquel que lo visite. Rímense de toda la vida, administrador a la fuerza, hincha de Alianza Lima por convicción y padre, abuelo y bisabuelo a tiempo completo. Él es don Samuel, un caballero de antaño y un hombre metódico por naturaleza.

Las Cañas

Samuel nació y vivió en un viejo callejón de un solo caño. Desde donde escuchaba el dulce repicar de castañuelas provenientes de la desgastada cantina de al lado. Valses que despertaban a todos los vecinos de la avenida Francisco Pizarro. Toda su vida transcurrió en el Rímac y no está en sus planes mudarse, a lo mucho puede ser de cuadra, como lo hizo hace cinco años atrás por última vez. A pesar que el populoso distrito se vuelve cada día más inseguro, él está acostumbrado a ese devenir, ya que someterse a dos operaciones al corazón es más peligroso que enfrentar a un par de delincuentes.

El callejón Las Cañas perteneció a una hacienda que por la década del 40 pasó a manos de la Beneficencia de Lima. El solar es llamado así porque unos largos carrizos fungían de cordeles a lo ancho del callejón de doble salida, donde las amas de casa esperaban su turno para lavar el arsenal de ropa que juntaban durante la semana. Fue el típico solar dominguero, donde los jóvenes cortejaban, no gileaban y las señoritas aceptaban la pretensión, no atracaban.

En la actualidad ya no queda la gente que alquiló por primera vez las casas de Las Cañas, ni siquiera Samuel, los dueños originales han traspasado las viviendas de adobe y quincha a algún conocido o familiar, puesto que aún éstas son propiedad de la entidad pública. Don Samuel conoció a su esposa Hilda cuando eran niños. Él tenía once y ella ocho, diez años después en pleno verano se casaron y tuvieron a su primogénito, llamado como el padre. La familia fue en aumento y en el hijo número ocho, Samuel decidió alquilar la casa más amplia de Las Cañas. Sin saber que años después no cabrían un alfiler más ni mucho menos sus catorce hijos.

Entre empleos y cervezas

Acostumbrado a trabajar desde que entró a transición. Todos sus empleos estuvieron ligados al trajín del andar por el bullicioso Rímac, ya sea a pie, en bicicleta o camión. Laboró desde repartidor de revistas y gaseosas hasta vendedor de cocinas y máquinas de coser. Sin embargo su trabajo más largo duró un cuarto de siglo gracias a la cerveza Cristal.

Sustentar a la gran familia fue una ardua tarea que Samuel realizaba con gusto y mucha creatividad. Repartir revistas saliendo de clases fue su primer empleo a los ocho años. Recorría el Centro de Lima en busca de las propinas que le dejaba cada lector por entregarle un ejemplar. A los catorce años conoció a don Pancho, un señor de baja estatura y espeso bigote que lo contrató otra vez como repartidor, pero ya no de revistas sino de gaseosas. El laburo le duró más de diez años y le permitió conocer el interior del país, mientras Hilda se encargaba de la crianza de su extensa familia.

Luego de que don Pancho cerró su depósito porque viajó al extranjero, Samuel se desarrolló como un flamante vendedor de cocinas Cuba y máquinas de coser Singer. En aquella época ya lidiaba con once hijos, los gastos incrementaban al igual que la dinastía. Nacieron dos integrantes más y con la entrada del presidente Francisco Morales Bermúdez quedó desempleado, la primera mitad de la década del 70 no la pasó tan bien. No obstante en 1976 llegó su gran oportunidad, comenzó a trabajar con la empresa Transportes Alameda, encargados de repartir cajas de cerveza para los trabajadores de Backus. La fábrica entregaba mensualmente vales de consumo a sus empleados y Samuel era el encomendado de verificar y contabilizar los pedidos, esta vez ya no era repartidor sino un híbrido de administrador y contador, con tan solo primaria completa supo aprovechar lo que la vida le ofreció en el instante preciso.

Samuel se relacionó con mucha gente dentro de la Cervecería Backus, si bien es cierto no trabajó directamente para ellos pero su simpatía y amabilidad lo hizo merecedor de las grandes amistades que cultivó por mucho tiempo. Pasaron algunos años y las cajas de cerveza comenzaron a llegar a casa, en un momento se juntó con muchas y decidió venderlas. Después de una larga jornada laboral regresaba a Las Cañas e iniciaba con el conteo de sus cajas, metódica costumbre pero que sus hijos preferían calificarla como manía.

Desde que se jubiló ya no bebe cerveza sino güisqui y no es porque haya afinado su garganta, sino que es dañino para su salud. Hace cuatro meses sufrió una segunda intervención quirúrgica, en la cual le colocaron un segundo baipás para que las arterias bombeen sangre a su longevo corazón. Samuel viene evolucionando de manera satisfactoria, regresó a casa para recostarse en el sillón de cuero, hundirse en las melodías que emana su vetusto walkman y disfrutar de sus pasatiempos favoritos: leer El Comercio de cabo a rabo mientras escucha las explosivas narraciones de las carreras de caballos.

Burrero, cafetero y tanguero

Samuel es muy aficionado a la hípica pero no sabe montar caballo, es un estudioso y suertudo burrero. En su juventud asistía continuamente al Hipódromo de Monterrico y siempre le apostaba al mejor. Ha ganado dos veces el premio mayor. Ahora la edad y su lento andar solo le permite ir al telepódromo del jirón Trujillo, fiel a su estilo acude a pie ya que la caminata es buena para su circulación sanguínea pero fatal para su columna.

Las largas jornadas hípicas son acompañadas por un caliente café, el cuál no se compara con el suyo. Otra de sus pasiones es mezclar diferentes tipos de semillas para luego prepararlas y encantar a todos con su delicioso brebaje. Antes que el reloj marque las seis de la tarde hierve agua para esperar la improvisada reunión. La hora del lonche es el momento preciso para lucir sus dotes cafeteros. Hijos, nietos, bisnietos y algún oportunista llegan a casa; como si el olor del café los dirigiera a la cuadra seis de la avenida Francisco Pizarro.

La relación con las milongas y el tango le viene desde adolescente. Con aquellas melodías conquistó a su china; como llama a su primer y único amor. A pesar de poseer raíces huanuqueñas la armonía argentina ha calado más en él, así lo demuestra cuando en el marco de su ventana silba el mismo tango oxidado de Gardel.

Con el ojo bien clavado como diría un avezado tanguero, Samuel tiene la mirada fija en lo que desea para el resto de sus días: quedarse en el Rímac junto a su china para disfrutar de los suyos. Es que pocos son los afortunados de tener casi un ciento de familiares directos y rebosantes de vida.

lunes, 15 de julio de 2013

UNA VEZ MÁS

Fotografía: Mundo Psicodelia

"Es una vaina viajar en El Metropolitano, cualquier huevón te mete la mano"
Una de mis amigas.


Una vez más. La misma incómoda situación matutina en la Estación Naranjal de El Metropolitano. Trabajadores molestos, escolares dormidos y universitarios nerviosos se apresuran por pasar su tarjeta. El pasaje está establecido, solo queda acatar.

Deja atrás el protocolo de cobranza y comienza a sacudir el letargo. Largas colas se forman mientras el tiempo se acorta. El bus no aparece y la impaciencia acrecienta. La ira se desata con cada personaje inescrupuloso que intenta romper filas.

La tensión sube al divisar el grisáceo ómnibus que se acerca lentamente al borde del andén. La estabilidad de la figura humana se quiebra cuando la máquina abre sus puertas. Empujones, gritos ahogados y caras de pocos amigos percibes entre la línea amarilla que separa el bus con la vereda.

La capacidad permitida del autobús rebasa conforme se estaciona en los paraderos. Una vez adentro no se te ocurra moverte de tu sitio, puede que ya no lo encuentres vacío en tu siguiente reacción. Abre las ventanas, a esas horas de la mañana los olores se impregnan con facilidad.

Mira a tu alrededor, cualquier palomilla observará con mucha atención tu mochila, cartera o bolso. El blanco más asequible serán los jóvenes abstraídos en la música que emanan sus audífonos, escolares cabeceando contra la ventana, señores hundidos en la lectura de sus periódicos, señoritas tratando de delinearse los ojos y ancianos postrados en los asientos colorados.

Es casi imposible salir de ese odioso transporte pero si lo logras, primero chocarás con cuerpos sudorosos causados por la aglomeración. No hay de otra, acelera el paso, sino te pasarás de estación y tendrás -una vez más- que repetir el plato.

domingo, 2 de diciembre de 2012

UN PALACIO EN LA CIUDAD


"Recuerdo que cuando era chiquita, venía con mis hermanas a las funciones de teatro que se realizaban en el palacio. Que pena que ahora esté completamente abandonado"

Mi mamá

Callejones coloridos, pistas mojadas, policías con el ceño fruncido que resguardaban los globos con agua y una imponente quinta deshabitada. Así era un domingo de carnavales del pasado siglo en el jirón Chira (Rímac). Todos los años en el mes de febrero la Quinta Presa era adornada por carcajadas infantiles, cánticos criollos y decenas de familias almorzando a fuera de cada solar bajopontino.

En sus inicios la Quinta Presa fue una hacienda con un molino de granos, para luego pasar a ser uno de pólvora en el siglo XVIII. En 1727 fue propiedad de doña Isabel de Presa, quién le heredó la finca a su sobrino el coronel del Ejército Real Pedro Carrillo de Albornoz y Bravo de Lagunas. Este construyó la casa y en honor a su tía le da el nombre de Quinta Presa.

El área del latifundio comprende más de 15 mil metros cuadrados. En la edificación emplearon adobe, ladrillos, piedras, azulejos y finas maderas. La construcción es en forma de U, a la derecha se aprecia lo que fue el molino, almacén y depósito de granos. A la casa se llega mediante una escalinata que se alza sobre un bellísimo canal de piedra donde antes circulaban aguas provenientes del río Rímac. A la izquierda de la puerta principal se encuentra una sólida escalera, esta dirige a un amplio corredor que ofrece una vista panorámica de todo el conjunto. Desde lo alto se observa los jardines, el mirador, una glorieta y un quiosco donde se realizaba la pisa de uva. Además hay diversas habitaciones como salones, dormitorios y una capilla.



Era 1770, tiempo del gobierno de Manuel de Amat y Juniet. “Entre el virrey y el coronel existía una gran amistad. Entonces gracias a la participación de Amat quedó edificada esta famosa quinta pero absolutamente nada tuvo que ver con doña Micaela Villegas, la Perricholi. Ella tan solo venía como invitada a los banquetes que se organizaban en la casa”, revela Ernesto Ascher en su libro Curiosidades Limeñas.

La Quinta Presa es un verdadero palacio que ostenta ser la única casona en el Perú de estilo barroco francés o rococó. Los usos que se le dio a la quinta han variado a través de los años. “A partir de la mitad del siglo XIX, el Rímac se transformó en un barrio popular, perdiendo todo su contexto rural y paisajístico. Es así que el uso turístico de la quinta es casi nulo”, señala el portal del Programa ‘Patrimonio para el Desarrollo’ de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID).

En 1935 se creó en el segundo piso del palacio el Museo del Virreinato, donde mostraban: muebles, lienzos, adornos, prendas coloniales, una tina de mármol y espejos de finos acabados; no obstante en la actualidad nada de lo mencionado queda, tan solo se puede observar ventadas empolvadas, puertas deterioradas y paredes desnudas. Llegó la década del 70 y la Quinta Presa fue declarada Monumento Histórico Nacional, sin embargo en 1981 el Instituto Nacional de Cultura (INC) -hoy Ministerio de Cultura- demolió parte del ala izquierda de la casa para adecuarla a uso administrativo, pero no concluyeron la obra.

Finalmente en los noventa fue centro de la Escuela Taller de Lima (ETL), este es un proyecto de Cooperación al desarrollo, cuyo objetivo es la formación técnica de jóvenes de escasos recursos en actividades relacionadas con la recuperación de Patrimonios culturales y naturales. La ETL junto al INC restauraron la casona, lograron recuperar el edificio principal, el molino, el jardín interior, el conjunto de bienes mueble de la casa, el huerto y los espacios exteriores. Pero en 1995 los trabajos quedaron interrumpidos por la ausencia del proyecto museográfico al que se había comprometido el INC.


Actualmente la Quinta Presa está desocupada, cayéndose de a pocos en las narices del Estado. Los únicos que sienten cierta preocupación son los miembros de la familia que cuida la casona hace más de veinte años. Es muy difícil ingresar, hay restricciones por parte del Ministerio de Cultura, quiénes administran la quinta. Sin embargo si se pide permiso a esta entidad puede ser que accedan, aunque siempre pondrán peros a cualquier visita, ya que no desean que el público se entere del deplorable estado en el que se encuentra este Monumento Histórico. La Municipalidad de Lima dice haber destinado una cantidad de dinero para la restauración de la casona. Ojalá que no quede en palabras ¡Queremos hechos!

martes, 27 de noviembre de 2012

VIOLENTAMENTE PACIFISTA



Constantemente narraba su vida de distintos modos. A veces su padre lo abandonaba antes de nacer y en otro relato cuando tenía varios años. En algunas ocasiones viajaba en tren y en otras a pie. Facundo Cabral contaba los mismos sucesos pero de forma diferente. No obstante la esencia siempre coincidía, así que bastaba con que las historias estén bien recitadas para darlas por ciertas. “Estoy cansado de la sinceridad, prefiero el ingenio”, escribió alguna vez el trovador y es que para entrar a su mundo, es necesario entender que el arte de mentir no es más que un recurso retórico.

Facundo nació en La Plata - Buenos Aires (Argentina) en una fecha imprecisa, ya que su madre lo inscribió en los registros cuando tenía siete u ocho años de edad. Por este motivo él siempre decía: “Cuando me preguntan que signo soy les digo que le vayan a consultar a mi vieja”. Además, ante la ley fue Rodolfo -como su padre- pero su madre lo anotó con ese nombre, puesto que en aquella época de 1937 los nombres de los caudillos como Facundo Quiroga estaban prohibidos.

Me gustan los que se callan y me gustan los que cantan.
Y de tanto andar conmigo me gusta lo que me pasa.
Fue mudo hasta los nueve años, los médicos diagnosticaron que sufría de debilitamiento mental. Al parecer solo era su espíritu rebelde que se negaba a hablar de forma rotunda. En 1946 los Cabral llegaron a la Patagonia, sin embargo otra vez el pequeño de la familia hizo lo que creyó conveniente. Facundo había escuchado que Perón estaba dando trabajo a los pobres, así que fue a Buenos Aires a pedírselo.

Arribó a la capital pero el presidente se encontraba en La Plata. Con mucha suerte se dirigió a su ciudad de origen. Aquel día, Facundo burló el cordón de seguridad y logró entrevistarse con el mandatario. El niño le pidió trabajo, a lo que Eva Duarte de Perón muy emocionada respondió: “Por fin alguien que pide trabajo y no limosna”. A consecuencia de esta intervención, Facundo consiguió laburo para Sara y refugio para su familia en una escuela de Tandil, al sur de Buenos Aires.

“Un día llegué a Tandil y conocí a un anciano que a falta de inteligencia, se le dio por ser muy sabio. Le pregunté por Jesús una noche al lindo viejo y ahí mismo lo conocí; cuando me alcanzó un espejo”, frase que Facundo Cabral interpretaba en su emblemática canción ‘No soy de aquí, ni soy de allá’. Esta letra resume gran parte de sus vivencias, en la que describe la transformación del adolescente problemático a causa de la indiferencia de su padre, hasta el joven que gracias a los consejos de un jesuita en uno de los tantos reformatorios pudo mirar el horizonte de manera distinta.

Trabajó en el campo durante las temporadas de cosecha, se contactó con los cantores de milonga, esos ‘áridos juglares’ que marcaron a fuego su futuro artístico. Facundo con veinte años y una guitarra entre sus manos, aprendió los acordes que lo acompañaron y entretuvo a los peones con cantos anarquistas.

En 1959, Cabral subió al escenario del Hotel Hermitage, porque uno de los músicos secundarios había faltado. “Ah, me acordé de algo que decía mi madre: Cuando no sepas qué decir, decí ‘no sé que decir’. Entonces subí y dije: ‘No sé que hago acá, yo entré a pedir trabajo, me dieron un cuarto, comí como un animal, no hablé por teléfono porque no tengo a quién llamar…’. La gente se reía, pensaba que yo era un comediante. Vi que había respuesta, igual que con los campesinos, y empecé a contar historias. Ahí comenzó mi carrera artística”.

Se estima que Cabral recorrió más de 165 países. Comenzó su trayectoria musical bajo el apodo de ‘El Indio Gasparino’. En la década del 70 emigró a Europa, donde se hizo más conocido que en su país. Facundo mencionó en un reportaje: “Creo que me venían a ver como acá iríamos a ver a un indio que toca algún instrumento raro”. En 1984 regresó a Argentina con un nombre consagrado, no obstante recién después de diez años comenzó una gira internacional. Se presentó junto a Alberto Cortez en “Lo Cortez no quita lo Cabral”, uniendo humor y poesía.

“Me gusta andar pero no sigo el camino, pues lo seguro ya no tiene misterio. Me gusta ir con el verano muy lejos, pero volver donde mi madre en invierno. Y ver los perros que jamás me olvidaron y los caballos... Y los abrazos que me dan mis hermanos. Me gusta, me gusta”. Le gustaba tanto cantar, beber, reír y filosofar. Fue víctima de un atentado aparentemente dirigido al empresario Henry Fariña, sin embargo el cuerpo de Facundo recibió toda la carga. Así el 9 de julio de 2011 dejó abruptamente esta vida pero -según sus creencias- comenzó otra.



Yo creo que la crítica social y su postura ‘violentamente pacifista’ fueron los factores principales para que la voz de Facundo se apague cuando aún no lo conocía.                                                                                                       

miércoles, 14 de noviembre de 2012

AMO EL FÚTBOL



"Creo que me gusta el reggae, por el fútbol"
Yaz


Cualquier espacio complacía a sus piernas, mientras hubiera una pelota. Podía ser la habitación de un hotel, detrás de un escenario o en un parque. Bob Marley, un hombre jamaiquino, de cabellos largos y piel cobriza. Escribía sus canciones en sus viajes, cuando se levantaba al amanecer, para correr y jugar al fútbol. Llegó a ser considerado un profeta del movimiento rastafari, la llave para que la música reggae se masificara, usándola como medio para proponer una mejor forma de vida.

Es extraño. Nunca creó versos sobre gambetas. El gol no estuvo presente en ninguna de sus melodías ofrecidas a Jah; ni rindió tributo a Pelé, a quién admiraba. Jamás le dedicó una canción, pero el más famoso intérprete de reggae siempre lo practicó. Robert Nesta Marley no podía vivir sin fútbol. Y moriría por él.

“Fútbol es un arte, un mundo total. Un universo en si mismo ¡Amo el fútbol, porque exige gran habilidad! ¡Libertad! ¡El fútbol es libertad!”. Marley lanzó su primer álbum en 1963, pero aprendió a controlar el balón antes de afinar la guitarra y ensayar con su voz rasposa. Sus biógrafos cuentan que antes de formar ‘The Waillers’ era mucho más jugador que cantante. Sin embargo, eligió lo segundo.

Tanto se entregaba a este deporte que se enfermó de él. Bob, jugaba como volante creativo recostado por izquierda. En 1978, en un partido en el Battersea Park en Gran Bretaña, recibió una fuerte pisada del periodista Danny Baker. Debido a su religión, no se trató la herida en su dedo pulgar del pie y se infectó. La única solución que encontraron los doctores fue cortar la zona contaminada, no obstante Marley siempre respondió: ‘Mi religión no aprueba la amputación. Yo no dejo a un guerrero desarmado’. La llaga se pudrió y avanzó como un cáncer que fue consumiéndolo sin cesar, hasta alcanzar sus pulmones y el cerebro. Dejó que el fútbol y sus creencias infectaran su cuerpo. Tres años después de la lesión, se apagó su voz, pero nació el mito.

martes, 6 de noviembre de 2012

MISTER LENNON



"Aún lloro cada vez que escucho Imagine, es como si lo tuviera a lado. Toda mi juventud la dediqué a la bohemia,  junto a él" (El señor que me vende los LP en Quilca)


Vivo o muerto siempre será inmortal. Escucharlo es inevitable, incluso hasta el más despistado se daría cuenta del dolor placentero que sentía al cantar. El contorsionismo de su rostro reflejaba la pasión con la que interpretaba cada nota musical. Han pasado 32 años de la muerte de John Lennon (1940-1980) y su dulce voz aún sigue penetrando en los tímpanos más recios.

"Yo no tengo miedo de vivir en Nueva York. A mí nunca me han atacado, nunca me han molestado. Lo único que me pasa es que, de vez en cuando, alguien me detiene en la calle para pedirme un autógrafo. Y eso para mí no es molestia. Al contrario, me hace sentir bien...”, palabras que en su momento pasaron desapercibidas. Su espigada postura, lentes redondos y ropa holgada hacía de él alguien extrovertido. Sin embargo, no solo era el físico, también sus pensamientos y declaraciones que en aquella época no tenían un lugar privilegiado.

Los rítmicos (traducción de The Beatles) eran asediados continuamente. La adoración que despertaban sus integrantes era extrema. Cada canción superficial, las que hablaban de amor y más amor banal era un éxito rotundo, de repente ese fue el detonante para que John dejara la agrupación en 1970.

No obstante en 1966, catorce años antes del asesinato, John Lennon firmó -lo que muchos piensan- su sentencia de muerte. En el periódico ‘The Evening Saturday’, se difundió una entrevista realizada por la periodista Maureen Cleave, donde John acotó: “El cristianismo se irá, se desvanecerá y se hará más pequeño. No necesito discutirlo. Estoy en lo correcto y lo probaré. Los Beatles somos más populares que Jesucristo en este momento”.

Mientras el ex Beatle afianzaba su ego, en Atlanta había un niño cristiano de once años llamado Mark David Chapman que empezaba a transformar su fanatismo en rencor. Este personaje nació en Fort Worth, Texas  (1955). Tuvo una vida muy problemática, cuando fue adolescente huyó de casa y acabó sometido bajo los estupefacientes. Chapman admiraba mucho a Los Beatles y trataba de imitarlos junto a su banda. En 1977 intentó suicidarse, sin embargo recurrió a ayuda psiquiátrica.

Semanas antes del asesinato, Mark David Chapman planeó y calculó todo lo que haría el 8 de diciembre de 1980. Aquella fecha esperó todo el día a fuera del Edificio Dakota, lugar donde años atrás Roman Polanski filmó la película ‘El bebé de Rosemary’.

A las 5 de la tarde de aquel fatídico día, John y Yoko salieron de su domicilio rumbo al estudio de grabación Record Plan. Cuando de pronto un joven alto y robusto se acercó a John con una copia del disco ‘Double Fantasy’ y le pidió que se lo firmara. John muy amablemente accedió a la petición de Chapman. Así autografió su último disco, este hecho fue capturado por Paul Goresh, un fotógrafo aficionado.

La pareja se dirigió al estudio, donde permanecieron más de cinco horas. Esa tarde, John grabó su último suspiro melódico, el cual decía: “En la cuerda floja, estoy pagando el precio. Lanzaré los dados al aire ¿Por qué debemos aprender de la manera difícil y jugar el juego de la vida con el corazón?”. Letra que pertenece a la canción ‘Walking on thin ice’, pero se sospecha que es un sencillo de la autoría de Yoko Ono.

A las 10:50 de esa fría noche,  Lennon y Ono regresaron a casa. Yoko se adelantó y pasó por el costado de Mark, a quien saludó gentilmente. John llegó cansadísimo del estudio y solo miró de reojo a su asesino. La pareja estaba por ingresar al edificio y desde la desierta calle se escuchó una voz gruesa que susurraba muy fuerte: “Mister Lennon”. Al mismo tiempo Chapman disparó cinco tiros, de los cuales cuatro le cayeron en la espalda y el hombro, mientras que el último fue la desgracia total, ya que le atravesó la aorta, lo que causó la temprana muerte de este genio musical.

Mark David Chapman permaneció de pie, mirando la escena. Extrajo el libro ‘El guardián del centeno’ -del cual dicen que fue su inspiración para el asesinato- e intentó leerlo pero no lo consiguió, ya que poco a poco los curiosos iban colmando la Calle 82. La ambulancia demoró en llegar, así que un agente policial identificado como John Moran decidió trasladarlo al hospital en su patrulla. John Lennon llega al nosocomio Roosevelt y a las 11:20 fue declarado muerto.

La histeria que despertó este asesinato fue mundial, se apagó su voz pero nació el mito. Los motivos de la muerte aún no quedan claros, se tejen varias sospechas, una de estas es la narrada. No obstante como dijo el mismo Lennon en ‘Gimme some truth’: “Lo único que quiero es la verdad; sólo dame un poco de esa verdad".









domingo, 28 de octubre de 2012

EL "PLACER" DE ESCRIBIR


Para donde corres, sino puedes escaparte así.
Si te vas a ocultar, eso no te va a resultar. 
El tiempo dirá, cada uno a su juego otra vez.



Andrea siempre piensa mucho antes de escribir, desconfía en lo que redacta. Hacerlo es un sufrimiento, un proceso muy desgarrador y bastante doloroso. Lee y relee lo escrito, borra cada línea que le sale con facilidad. Corrige cada palabra, la revisa las veces que sea suficiente y hasta que por fin la da por acertada. Alguna vez escuchó esta frase a un periodista: “Escribir no es un placer, no es una labor divertida, sin embargo eso no me deja de apasionar”. Todas las noches considera la posibilidad de abandonar esta rutina, no sabe si esto es lo que quiere para toda la vida.

Lleva dos años estudiando Ciencias de la Comunicación en la universidad que nunca imaginó. Todas las mañanas se levanta arrepentida por haberse cambiado al primer turno. La tortura continúa cuando se da cuenta que solo falta dos meses para que acabe el año y el tiempo es muy corto para elegir una especialidad entre las cuatro que ofrece su carrera.

Cuando creía que los días de decidir su futuro estaban lejanos, solo atinaba a decir frescamente: “Me tomaré un año sabático para pensarlo, aún soy joven”. Ahora esta actitud ya no le sirve, puesto que tiene la necesidad de trabajar, porque ya no quiere vivir de la caridad de sus padres.

Si redactar se le hace difícil, el sufrimiento es peor cuando tiene que escribir sobre ella. Detesta la idea de que la lean y la juzguen sin saber como ni cuando compuso ese relato. Pero si llega a ser periodista, no puede seguir con la misma actitud. Aún no encuentra el porqué de su postura, las dudas siguen alimentando su desdicha.

¿A caso tiene miedo de descubrir algo que no quiera oír? ¿El temor que se apodera de ella, es pánico a sí misma? Parece que nunca lo sabrá, por ahora sigue escribiendo algo que le dicen escalera de abstracción. No le quedó muy claro el concepto, solo escribe para seguir soportando su incertidumbre.